Cosas simples e insignificantes se pueden convertir en una noche en vela llorando con la música puesta a tope para no escuchar nada, para intentar evadirte de tus pensamientos. Pero con la música solo consigues llorar más. Entonces, decides que quieres dormir. Por más que lo intentas no puedes, no paras de pensar esas cosas que tanto te rompen por dentro. No comprendes nada. Esperas a que se haga de día y ahí es cuando levantas de la cama, sin saber que hacer, con unas ojeras tremendas, sin ganas de nada. Vuelves a la cama a ver si puedes dormir un poco, te tumbas, te tapas, y por último cierras los ojos. A penas consigues dormir una o dos horas, pero mejor que nada...
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